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En este artículo se busca esclarecer una de las maneras en que la publicidad se vuelve funcional para el capital y queda subordinada a su lógica como una forma del proceso de circulación de las mercancías. Si en los últimos quince años la publicidad se ha convertido en un fenómeno tan importante, no se debe a sus implicaciones económicas que son casi insignificantes en función de la economía global, sino porque se ha permitido que las necesidades de algunos productores de bienes de consumo determinen, mediante su gasto publicitario, el desarrollo, crecimiento, contenido y forma de los sistemas de comunicación masiva, que son parte de la cultura de toda formación social.

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El propósito de este trabajo es ubicar con precisión el lugar de la comunicación y la información en el desarrollo de América Latina e introducir en cada caso una claridad conceptual "utilitaria" a los requerimientos de los países de la región. El Estado, aún siendo burgués, puede promover un discurso diferente al vigente a través de los medios de comunicación, en la medida en que no represente linealmente los intereses de tal o cual facción de la clase dominante, sino que goce de un margen de autonomía relativa que le permita un interés nacional de elevación cultural. Por ello el marco de acción debe ser el de la democracia.

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En este artículo, el autor acota las ambigüedades inherentes al tema. En el afán de construir un camino más firme para desplazarse en la reflexión, plantea los términos en que puede definirse la necesidad de una opción en el caso de las políticas estatales de comunicación y cultura en América Latina. Apunta en seguida los rasgos teóricos del contexto sociopolítico en que podría producirse esa opción. Con esos antecedentes, describe sus condiciones de posibilidad y enuncia su campo de aplicación, para finalmente retomar el enfoque de partida y anotar una reflexión sobre los límites del poder.

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Este artículo, que trata de enfrentar la sorpresa con que nos toman las nuevas tecnologías de información, parte de que no se pueden estudiar estas tecnologías a partir de su aspecto comunicativo. Hace una recuperación conceptual e histórica del desarrollo industrial de México y su característica dependencia tecnológica, y propone tres líneas de acción para el Estado: la inversión en ciencia y tecnología; la vinculación de la ciencia y la tecnología con el aparato productivo; y la definición de una política tecnológica por parte del Estado. Concluye que las nuevas tecnologías de información deberán implementarse de acuerdo al programa estructural e integral del país y no como hasta hoy, con un perfil primordialmente privado. Del Estado, de nuestra participación, dependerá que tomen el signo contrario.