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Durante cerca de tres años un grupo de investigadores del Museo Nacional de Culturas Populares, coordinado por Alfonso Morales, se sumergió en el vasto continente de la historieta mexicana con el propósito de realizar una exposición, inaugurada en diciembre de 1985. El libro sistematiza e interpreta la información recopilada por el museo. Este primer volumen abarca algo más de cincuenta años: desde la historieta litográfica del siglo XIX hasta los suplementos dominicales con monitos multicolores de los años veinte y treinta de este siglo.

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En este libro se trata de responder con un análisis sereno a los interrogantes que vienen planteando las nuevas formas de comunicación social frente a la tradicional. Se parte de la afirmación de que toda relación humana, convivencia y organización, son posibles gracias a la comunicación; porque se afirma que no existe un canal emisor que no tenga un receptor, donde el mensaje que le llevan los medios produce algún resultado: en la conducta personal, en la dinámica social, en la concepción valorativa de la circunstancia histórica, y por consecuencia, en la conducta de los individuos, los grupos y la sociedad. Descubre que por medio de hilos muy finos se tejen conjuntos de mensajes que están condicionando y caracterizando la cultura de nuestro tiempo.

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El análisis proxémico de las tiras cómicas referidas permite sostener que en Mafalda el contacto visual es requisito indispensable en el intercambio verbal. Ese contacto se perderá solamente cuando, a partir de la situación, surjan estados de desconcierto, disgusto, preocupación o falta de interés. En Peanuts el contacto visual no adquiere la trascendencia que en Mafalda y el hecho de que los sujetos se encuentren cara a cara unas veces y hombro con hombro otras no significa, de ningún modo, que la segunda posición denote menor interés que la primera, como sucedería entre los latinos. Se ilustra así la influencia que tienen los patrones culturales en la forma en que el emisor refleja en sus personajes el uso y estructuración del espacio.

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Este trabajo critica la ideología del amo y el esclavo que en forma repetitiva se encuentra en las historietas; las relaciones entre los personajes son, generalmente, de dominación, racismo y de todas las formas posibles de opresión: amores imposibles, relaciones frustradas, sirvientes fieles, ricos desgraciados y pobres felices en su lealtad al héroe, todo lo cual no es más que, una vez más, el reflejo y la justificación de una sociedad de clases. La ideología imperialista está presente en la historieta que nos convence de que la actitud consumista es la adecuada, pero sobre todo de que los productos y los ideales extranjeros, especialmente los del "great American dream" son los mejores. Se nos hace conscientes de nuestra "debilidad", de nuestra "cultura inferior" y se nos invita a arribar a las consignas de los "justos", a las de los poderosos caballeros del oeste y a las de los industriales del norte.

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A propósito de una exposición de historietas en el Palacio de las Bellas Artes, la autora desarrolla algunas conceptualizaciones históricas sobre la cultura y sobre el papel de las historietas en el entorno contemporáneo. Afirma que cuando la cultura no humaniza se torna en objeto de consumo creado por la industria de la cultura, cuyas leyes son las del mercado y de las mercancías. Ante esta realidad, una exposición de historietas tiene sentido en la medida en que exprese el fenómeno de la historieta, no como una realización aislada, sino por el contrario, dentro del contexto social del que nace y en el que se mueve. La historieta aparecería entonces como un mundo de lenguaje y comunicación específicos, encuadrada dentro de un contexto social, humano, explicativo de una historia y de un espacio real, bien concreto.

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Este libro analiza e ilustra quiénes producen, distribuyen y consumen historietas y fotonovelas, cómo, dónde, cuál es su lenguaje específico, qué relación guardan con los demás fenómenos de la cultura y de los medios de comunicación masiva este tipo de mensajes, cuáles son sus consecuencias y qué alternativas políticas existen frente a ellos. Lejos de negar las potencialidades y la riqueza del lenguaje de historietas y fotonovelas, este "videolibro" lo utiliza para exponer los resultados de la investigación como búsqueda metodológica y forma de hacer accesible a todo tipo de público el producto de un análisis académico.

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Durante más de medio siglo la historieta ha gobernado en silencio los hábitos culturales de millones de mexicanos. En la historieta el analfabetismo funcional encuentra su principal sostén, pero también modula conductas, visiones de la vida, sueños y quizá respuestas políticas en un sector de la sociedad que todavía no ha sido bien medido y menos estudiado. Los textos de las autoras pertenecen a un libro colectivo de ensayos que prepara el Museo Nacional de Culturas Populares.

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A fines de los años treinta aparecen en México, ya independizados de los periódicos, los comic books, llamados "historietas", "monitos" o, peyorativa y descriptivamente, "pepines" y "paquines". En Pepín un dibujante muy joven inicia la serie Los Superlocos, cuya novedad extrema es el personaje central, el pícaro don Jilemón Metralla y Bomba. El joven dibujante era Gabriel Vargas, autor más adelante de La Familia Burrón.

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Ensayo sobre la historia de los comics, de los cuales se rescatan el desarrollo del sentido del humor, la oportunidad de atender al arte popular y la imaginación no determinada pero sí evidente. Ubica en los cuarentas la época de oro del comic mexicano y su desplazamiento a partir de los cincuentas por los productos norteamericanos.

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Este comentario a una ponencia de Irene Herner retoma elementos del desarrollo histórico de la historieta y ubica su estudio más productivo dentro de las ciencias de la comunicación. Desde el punto de vista de su producción, establece que las exigencias del mercado son fundamentales en la elaboración del producto, y constantemente se deberán hacer concesiones editoriales para tener contento al público, a pesar de que esas concesiones vayan en detrimento de la calidad del producto: la transformación de la historieta en mercancía acarrea necesariamente la degradación de su signo artístico.